Cuando buscamos Isla Roots en Google, lo primero que sale es un pintoresco hostel que de entrada dan ganas de visitar. Ese impulso fue suficiente para ir en la búsqueda de tan anhelado lugar. Llegamos luego de un viaje de una hora en lancha desde Coveñas y nos disponemos a vivir una de las estadías más increíbles del mundo. Camilo nos recibe con una cálida sonrisa y junto con su carisma nos hace sentir como en casa –esto nos causó impacto, dado que siempre la primera impresión es algo que se tatúa en los adentros, y en Isla Roots la acogida desde el inicio fue de destacar-. Nos muestra las instalaciones de este mágico hostal en medio del Mar Caribe y mientras vemos el escenario, nos damos cuenta de lo afortunados de estar allí.
Luego de descansar un poco en la habitación que daba al mar, decidimos conocer la parte trasera del hostal, un escenario instagrameable que habíamos visto muchas veces en fotos pero que ahora, se convertía en realidad. Para llegar allí, atravesamos una especie de manglar perfectamente alineado que con frases inspiradoras durante el camino, nos llenaba de buena vibra y nos hacía más parte del lugar. Ya allí, una sonrisa de oreja a oreja aparece en nuestro rostro al contemplar semejante paraíso: un bar colorido, una piscina natural, hamacas y columpios que oleaban con el danzar del mar, todo era mágico.
Ahora y a eso de las cinco y media de la tarde, se empieza a avecinar la hora dorada, esa que todo amante de los viajes desea: el atardecer. Ver caer una puesta del sol en Isla Roots es una de las sensaciones más poderosas que se puede tener: el infinito mar azul se fusiona con las pinceladas del cielo para crear un ambiente único multicolor, donde la magia predomina.
Creíamos que con el atardecer ya nuestro corazón iba a estar a tope pero no. De repente, Camilo nos pregunta “¿Puedo apagar las luces para ver las estrellas?” Respondimos con un SÍ rotundo y luego de este momento, en el cielo de Isla Roots había un millón de estrellas danzando. Vimos el Cinturón de Orión y ¡hasta estrellas fugaces! Este momento fue la experiencia que más se guardó en nuestros adentros; es de esos instantes en que todo es perfecto: el lugar, los sonidos y claro, la compañíaMencioné bar, ¿verdad? Pues este lugar nos regaló una de las mejores experiencias: probar la mejor piña colada de la historia –que luego se convertirían en un par más con el pasar de las horas-. Claramente al estar frente a esos colores turquesa del archipiélago queríamos un buen cóctel. Degustamos varios pero fue éste el que se robó nuestro corazón y claro, la felicidad de nuestro paladar. El bartender –el autor de semejante delicia- estaba fascinado con nuestras reacciones que para la mayoría de turistas o viajeros es normal, pero que para nosotros, fue algo fantástico.
Como si fuera poco y ya con el corazón colmado de serotonina –la hormona de la felicidad y el placer-, el staff nos pregunta “¿listos para el tour de plancton luminoso?” Era tanto el momento de desconexión que estábamos sintiendo en ese paraíso que por un instante se nos olvidó que habíamos reservado un tour que nos cambiaría la vida. De la misma manera, nos hacen una advertencia en buena onda claro, dice: “les recomiendo dejar el celular, para que se conecten al máximo con la experiencia, ya que verán estrellas en el cielo y en el agua”. Para nosotros fue un tanto cómico pero confiamos en su vibra que siempre fue algo de destacar.
Luego, “Compi” –un habitante del Islote con espíritu de servicio incomparable– pasa por nosotros a eso de las siete de la noche y se empieza a adentrar por el manglar mientras con un poco de temor por estar en ese escenario, nuestro corazón empieza a sentir más fuerte sus latidos. Lo único que iluminaba la noche era la bella luna la cual sería artífice de este fenómeno natural. Ya en el punto, “Compi” nos da libertad para lanzarnos a las aguas y sin pensarlo dos veces, lo hacemos. Sumergimos la cabeza y luego de agitar nuestras manos y pies debajo del agua, nos damos cuenta de esta experiencia multi-sensorial que estábamos viviendo. Destellos y destellos de color que se creaban gracias a esos movimientos, posaban ante nuestros ojos mientras nuestra alma se llenaba de una alegría infinita.
Así terminó un viaje colmado de experiencias mágicas en Isla Roots, que con todo lo anterior (excelente recibimiento, cocteles preparados casi que por Dios mismo, experiencias mágicas) siempre tendrá un lugar guardado en nuestro corazón.
Por: Leo Carrillo / Expreso Mochilero, Bloguero de viajes de EL TIEMPO